jueves, 23 de abril de 2009

LAS MÁSCARAS DE LA DEMOCRACIA

Junio 2004


Tras el triunfo de la sociedad civil ante los muchos combates contra el poder tiránico, en cualquiera de sus formas, la democracia nació de la sangre de nuestros antepasados. El derecho al voto emanó de los muchos cadáveres de hombres y mujeres que dieron su vida por el sufragio universal. La democracia se construyó, así, sobre miles de muertos que cayeron en el camino. Un nuevo sistema político que anunciaba su pretensión de evitar los errores de la Historia.
Tras el colonialismo salvaje que asoló los continentes, la repartición mecánica de los nuevos mundos, las revoluciones y guerras civiles, décadas de dictaduras, y, sobre todo, dos guerras mundiales, se estableció un nuevo orden nacional y mundial. Un nuevo equilibrio basado en la paz, ante un mundo horrorizado por semejantes barbaries, y un novedoso pensamiento en el ser humano, tolerancia. Para asegurarlo, nacieron organizaciones basadas en el respeto a los derechos y una política basada en ellos.
Sin embargo, la democracia actual dista mucho de la original, de la idea de muchos que murieron por ella. Con el tiempo, ha ido deformándose hasta convertirse en un sistema político oligárquico de índole económica, con características similares a otros regímenes anteriores pero disfrazado bajo un gran nombre, bajo el orgulloso nombre de “Democracia”. Democracia como sinónimo de igualdad, libertad, soberanía popular, palabras por las que lucharon los hombres a lo largo de todos los siglos.

El ser humano instauró dicho régimen político pero olvidó leer las instrucciones. Se centró en su protección jurídica descuidando su carácter social y ético. Ignoró que, como invento del hombre, ésta evoluciona y debe crearse continuamente. Omitió, en otras palabras, llevarla a cabo quedándose en sus inicios.
Esta vez sí se trata de echar la vista atrás. De rememorar el pasado, porque sólo conociendo la historia, entendiendo por qué los hombres abandonaron el estado de naturaleza, relegando a un segundo plano algo tan relevante como la libertad, podremos entender nuestro sistema y, por ende, aplicarlo correctamente.
Los pueblos que, en su día, lucharon encarnizadamente contra el despotismo del poder, ahora han sido derrotados porque no saben que están en lucha. Porque la guerra contra el Poder nunca termina. Porque olvidaron que éste siempre tiende a extralimitarse y que ya lo ha hecho. En los albores el siglo XXI, en plena juventud de la democracia, ha devorado al poder Legislativo y Judicial y, con ello, ha destrozado los pilares de la libertad e igualdad, ayudado por la intromisión en su seno de la economía. Y ésta, al mismo tiempo, le ha engullido a él.
El arte de la política se ha alienado en una política economista que cada vez menos guarda relación con sus orígenes. La entrada de lo privado en la esfera pública ha desembocado en su contrario, la introducción de la Administración en lo privado, convirtiéndose en un espectáculo amoral, en sus tres ramas, cuyo eje central no es el bien común sino, como su propio nombre indica, la economía y los privilegios. Privilegios, aquellos contra los que se oponía la democracia por definición, que amamantaba el principio de igualdad.
La caída de este principio supone la deformación del régimen. El poder ya no se siente obligado a escuchar al pueblo. En su obra La democracia en América II, Tocqueville advirtió que “los ambiciosos de las democracias se preocupan menos por los intereses y juicios del futuro; el momento actual es lo único que les preocupa y absorbe. Prefieren abarcar con rapidez infinidad de empresas a elevar monumentos duraderos; mucho más que la gloria aman el éxito. Lo que principalmente exigen de los hombres es la obediencia. Lo que desean ante todo, es el poder” ( Tocqueville, 1984: 210).
Obediencia. La obediencia al poder supone la esclavitud, pero una esclavitud diferente, voluntaria. Ya lo dijo Étienne de La Boetié en Discourse on Voluntary Servitude (1548), “Cuanto más saquean los tiranos (...) cuanto más se ceda a ellos y se les obedezca, por todo eso llegan a ser más poderosos y formidables, más preparados para aniquilar y destruir. Pero si, sin ninguna violencia, simplemente no se les obedece, se vuelven desnudos e inacabados (...) y mueren”.
Pero la sociedad civil abandonó su protagonismo, dejó de erigirse como soberanía nacional al tiempo que el Poder comenzaba a sentirse legítimo sin su ayuda. El significado de la democracia va más allá de un voto cada cierto periodo de tiempo, aunque sea éste fundamental. El poder del pueblo no puede limitarse a ello. El problema es que olvidamos lo que significa, nos hemos conformado con unas migajas cuando merecemos una galleta entera. Los pueblos se han convertido en sociedades acomodadas, conformistas, que muchas veces optan por actores de partidos, no por los programas de éstos, convirtiendo la política en un espectáculo más. Dicha superficialidad aleja el alcance de lo que realmente significa introducir un papel en una urna, al tiempo que es aprovechada por el poder, que la exprime a través de artimañas jurídicas y psicológicas para fomentar dicha pasividad e irresponsabilidad.
La Democracia, en cuanto a su lema “el poder en manos del pueblo”, está convaleciente. Enferma por su sangre, la sociedad civil, y por su cabeza, el Estado. La clase gobernadora oculta su mal a través de máscaras a la sociedad y ésta reduce su protagonismo a un papel. Un voto que, en última instancia, puede implicar el fin de la paz, establecida hace sólo 59 años. Que puede significar una democracia, pero esta vez como sinónimo de intolerancia, torturas, muertes y destrucción, palabras contra las que los hombres lucharon a lo largo de todos los siglos. Como dijo Rousseau, “no existe una verdadera democracia”.
Sin embargo, la situación no es irreversible. Existe cura contra las dolencias de este sistema político, una solución basada en la educación del pueblo. Los ciudadanos deben empezar a recordar que la soberanía popular les pertenece por herencia, como legado de sus antepasados. Que se sientan animados a participar en la política, que olviden la frustración que anidó en ellos en tiempos pasados. Y el único camino posible es pensar por sí mismo, relegando a un segundo plano las opiniones de la mayoría porque, a veces, un gran número de cabezas pensando no es siempre señal de acierto.
Mas no es suficiente. Para la regeneración de la democracia es necesario la revisión de los tres poderes que la conforman: ejecutivo, legislativo y judicial, no sin antes establecerse definitivamente su independecia. Sobre todo, la autonomía del Estado frente a su vinculación más perjudicial, su relación con la economía. Reformas de ley sobre financiación de los partidos políticos, transparencia en el ejercicio del Poder, terminar con la pseudo-opinión pública, ofrecer una preparación política al pueblo, liberarnos de las cadenas de la Hiperrealidad..., y sobre todo, tener la firme convicción de que, con el esfuerzo de cada persona, de índole política o civil, se puede construir una nueva democracia. Un nuevo régimen donde la clase política gobierne obedeciendo al pueblo. Una democracia de la que sentirnos orgullosos.

Hiperrealidad


"No hay una sociedad más pobre que la nuestra, ya que en una sociedad que tenga sólo lo necesario para vivir participa más en la cultura común" (Baudrillard)




E

n la actualidad, vivimos en un mundo de imágenes y de signos que forman parte fundamental de nuestra existencia. Nacieron como una ayuda y terminaron incorporándose a todos nuestros actos, de ser simplemente un instrumento de auxilio, han pasado a ser imprescindibles en nuestra forma de vida consumista. Este abuso de imágenes produce la Hiperrealidad, la realidad falseada. Los signos van sustituyendo a los conceptos de tal manera que estos últimos van dejando de existir y, con ellos, la propia realidad, para crear otra imaginaria, simbólica, mejor que la real.

Según el filósofo Lipovetsky, este cambio es favorable para la sociedad por contar con numerosos aspectos positivos. Uno de ellos es la capacidad de selección, el consumo se extiende con grandes abanicos de posibilidades en todos los ámbitos. La hiperrealidad implica, para este autor, una sociedad más suave y, por lo tanto, más fácil de vivir. Como dice en su obra: "El nivel de los objetos remata la "igualdad de condiciones", eleva el nivel de vida y cultiva la masa […] Las diferencias jerárquicas no cesan de retroceder en beneficio del reino indiferente de la igualdad".

Para Lipovetsky, el hiperrealismo de la violencia es consecuencia directa de la hiperrealidad. "Es como si, bajo el choque de las dos guerras mundiales, de los campos nazis y estalinistas, […] nuestros contemporáneos retrocedieran ante su tarea de interpretar el irresistible movimiento de pacificación de la sociedad. […] A lo largo de los milenios, la violencia ha sido regulada esencialmente en función de dos códigos: el honor y la venganza, de los que cuesta comprender el significado exacto por haber sido eliminados de la lógica del mundo moderno".

No podría estar menos de acuerdo. Por supuesto que un sistema basado en el consumo ofrece una mayor elección y es innegable que resulta favorable para la sociedad, en el sentido en que aumenta la calidad. No obstante, la hiperrealidad no ofrece una vida mejor, no eleva el nivel de vida y tampoco iguala las clases sociales. Eso es lo que hace creer a los individuos, les engaña a través de infinitos signos haciéndoles ver una realidad que no se corresponde con la auténtica, mostrando las imágenes que desea ver la sociedad, enseñándoles lo que quieren contemplar, diciéndoles lo que quieren oír. Pero ello no cambiará la dura realidad, simplemente la oculta por un tiempo limitado.

Ocurre lo mismo con la violencia. A lo largo de los siglos, la historia nos ha revelado la naturaleza violenta y agresiva del ser humano. Sin embargo, Lipovetsky habla de la pacificación de la sociedad actual, una sociedad que no comprende el significado del vocablo "violencia" debido a su aparente inexistencia. ¿Qué ha pasado? ¿La naturaleza del hombre ha cambiado? No. La violencia no ha dejado de existir y nunca lo hará, simplemente la sociedad la esconde. La hiperrealidad la oculta. Como manifiesta Humberto Eco, la violencia, la muerte, la sangre,..., es el fracaso de dicha hiperrealidad, por ello, es conveniente esta sociedad omitirla. Y eso es precisamente lo que hace, la aísla en un oscuro rincón donde no se muestre, donde la sociedad no la encuentre, pero, por ello, no deja de subsistir.

Así, me opongo a Lipovetsky cuando dice: "La era del consumo acentúa la pacificación de los comportamientos".

Baudrillard explica que, a través de ella, construimos la realidad: compramos la hiperrealidad, la imagen, el icono; primero producimos la imagen, la modificamos a nuestro antojo y luego creamos el objeto. Esto nos aleja del problema que tiene la realidad: es dura, compleja, tiene defectos y no es fácilmente manipulable; todo lo contrario que los signos. Se hace así posible el sueño de todo hombre, que nuestra imagen se transforme en la realidad.

Pero nunca podremos manipular la realidad, nunca. En efecto, mediante los signos creamos una vida modélica donde suprimimos todo lo que se nos antoja desagradable y desdeñable, consiguiendo vivir como deseamos y siendo las personas que siempre hemos querido ser. Pero "el sueño de todo hombre", como lo llamaba Baudrillard, tiene un fallo, que no es real sino ficticio. El individuo vive una farsa, un engaño, se evade de la realidad y esto, a la larga, tiene consecuencias más negativas que la propia realidad que se empeña en destruir.

Una de las consecuencias de la hiperrealidad es que, según palabras de Baudrillard, se crea una sociedad en la que los individuos viven solos, mueren solos y comen solos, es decir, es la imagen del fin del mundo ya que estamos acabados y, por lo tanto, muertos. De esta forma, Baudrillard explica el culto al cuerpo (tan de moda en esta época), el cual aparece para demostrar que se está vivo, el individuo somete al cuerpo a infinitas privaciones para verificar que lo posee. Lo mismo pasa con las competiciones, que son meras carreras de muertos.

Mas esto no es todo. De la hiperrealidad nace otra rama negativa que la perjudica en extremo, la hiperrealidad política.

Lipovetsky opina que esta primera ofrece una ventaja política, al eliminarse del mundo lo desagradable y sustituirlo por lo seductor, aparece la flexibilidad social y política. Se origina, así, una sociedad más tranquila que acepta los cambios con mayor facilidad. Todo esto desemboca en la inutilidad de los "grandes salvadores" del universo ya que no hay conciencia de que haya que modificar nada, todo es perfecto, por lo que no se dan revoluciones. El individuo no quiere cambiar y no lo hace. Lipovetsky insiste en la desaparición de los poderes políticos y de los hombres que arriesgan sus vidas para defender sus ideas. Como consecuencia de esto, el proceso político es sustituido por el proceso psicológico.

Pero, otra vez, la historia no le da la razón. A comienzos del siglo XXI continúa habiendo las mismas revoluciones y alzamientos insurgentes como los que se produjeron en siglos anteriores, desde años inmemorables, por defender una causa o idea. Aunque en la actualidad se dan muchos ejemplos, me limitaré a citar sólo uno, un movimiento insurgente mexicano que ha dado la vuelta al mundo dirigido por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, más conocido como EZLN. Se dieron a conocer hace once años a través de una revolución que desestabilizó la estabilidad política mexicana. Defienden una idea, luchar por la democracia, la libertad y la justicia y se oponen al neoliberalismo, exigen que se reconozcan los derechos de las comunidades indígenas chiapanecas, la autonomía de éstas y vivir con dignidad. Sin embargo, este movimiento no es nuevo, sino que sigue los pasos que, en 1910, dio el revolucionario morelense Emiliano Zapata. Así, comprobamos que, aún en la época de la Hiperrealidad, hay algo que nunca cambiará. Por muchos años que pasen, continuarán existiendo los "grandes salvadores" (como los denomina Lipovetsky) que lucharán contra las injusticias sociales e, incluso, estarán dispuestos a dar la vida por unos ideales.

No obstante, opino igual que Lipovetsky al afirmar que, la gran mayoría, llegaremos a perder nuestra racionalidad y abandonaremos todo tipo de ideas adaptándonos a lo que nos venda el consumismo. El hombre se alienará convirtiéndose en un animal más, ya que perderá lo único que le distingue del resto de los seres vivos, su capacidad de razocinio.

Como Lipovetsky escribió en su obra: "La alienación analizada de Marx, resultante de la mecanización del trabajo, ha dejado lugar a una apatía inducida por el campo vertiginoso de las posibilidades, […], entonces empieza la indiferencia pura, librada de la miseria y de la pérdida de la realidad de los comienzos de la industrialización".

"El hombre indiferente no se aferra a nada, no tiene certezas absolutas, nada le sorprende y sus opiniones son susceptibles de modificaciones rápidas" y ese es el verdadero problema de la hiperrealidad, el fin del ser humano como un ser pensante.

El filósofo Vattimo habla de: "Dictaduras y gobiernos totalitarios capaces de ejercer […] un control arterial sobre los ciudadanos, a través de la distribución de eslóganes, propaganda (tanto comercial como política) y visiones estereotipadas del mundo".

Estoy de acuerdo, la política deja de ser la forma de vida que prefieren los individuos para formar parte del consumismo. La mayoría de la sociedad ya no se decanta por un partido u otro según su ideología, sino por el que tenga una mejor campaña, un mejor eslogan, en definitiva, de su propaganda y de la visión que ofrezca (que, generalmente, no suele corresponder con la real).

La política se convierte en un mercado de partidos que no apunta a una mejora en la vida social, sino que se empeña, con la ayuda de los signos, en crear un mundo ficticio, perfecto, en una utopía que convence a los habitantes de que no existen obstáculos cuando sí lo hay. Ya lo dijo Lipovetsky, "La despolitización que vivimos corre paralela con la aprobación muda, difusa, no política del espacio democrático".

Vattimo dijo una vez: "Si por el multiplicarse de las imágenes del mundo perdemos, como se suele decir, el sentido de la realidad, quizá no sea ésta, después de todo, una gran perdida".

Pero se equivoca, la pérdida de ese "sentido de la realidad" sería lo más perjudicial que podría ocurrirle al ser humano. De alguna manera, dejaríamos de existir como tales, de vivir, para vegetar en un sueño irrealizable que, con el paso del tiempo, iría consumiendo y devorando a la especie mortal.

Siempre será mejor la realidad, aunque dura e inflexible, que lo ficticio, aunque agradable.


TIRANÍA DE LA MAYORÍA, PROBLEMA DE LA DEMOCRACIA


"NO EXISTE UNA VERDADERA DEMOCRACIA"
(Rousseau)

Como dijo Rousseau: "El fin que debe perseguir todo sistema de legislación es la libertad y la igualdad". Así es, los dos principios rectores son éstos, el primero porque toda autoridad encuentra su fundamento en la voluntad de aquellos a los que obliga; e igualdad porque tiende a una organización que asegure a todos los ciudadanos una participación igual en los asuntos públicos.
Cuando hablamos de democracia, la idea de igualdad se forma en nuestra mente, no así la de libertad. Según Tocqueville: "En estos pueblos, la igualdad ha precedido a la libertad". Tenemos libertad para dar nuestra opinión pero no para ejercerla si la mayoría no está de acuerdo. No existe libertad con condiciones, precisamente dicho vocablo significa ausencia de condiciones; así, no existe tal palabra en el sistema democrático.
Rousseau se planteó unas preguntas que apuntan directamente al problema: "La voz de la mayoría se impone siempre. [...] Mas, se preguntará: ¿cómo puede un hombre ser libre y estar al mismo tiempo obligado a someterse a una voluntad que no es la suya? ¿Cómo los opositores son libres y están sometidos a leyes a las cuales no han dado su consentimiento?". Nuestro autor responde que la cuestión está mal planteada, sin embargo no estoy de acuerdo, creo que ha explicado perfectamente el tema que nos ocupa.

Como la verdad es cambiante y está sujeta a constantes verificaciones, la democracia sustenta el criterio de que el adversario puede tener razón y, por tanto, no intenta aniquilarlo sino que lo respeta.
No obstante, ¿qué ocurre cuando no es así?, ¿cuando no respeta los derechos de la minoría? Ya lo dijo el filósofo Tocqueville: "Cuando un hombre o un partido sufre una injusticia [...] ¿a quién queréis que se dirija? ¿A la opinión pública? Es ella la que forma la mayoría. ¿Al poder ejecutivo? Es nombrado por la mayoría y le sirve de instrumento pasivo. ¿A la fuerza pública? Ésta no es otra cosa que la mayoría bajo las armas. ¿Al jurado? El jurado es la mayoría revestida del derecho bajo las armas". Nuestro autor no supo contestar pero explicó la causa: "los derechos individuales en los pueblos democráticos son poco importantes. [...] Esto hace que se los sacrifique sin dificultad y se los viole casi siempre sin remordimiento". ¿Eso significa libertad? No obstante lo peor no es sólo que violen los derechos de la minoría, sino que lo haga el propio Estado sin que sea castigado por ello.
Este problema se incrementa en los países de gran extensión geográfica ya que, al ascender el número de habitantes, hay más opiniones discordantes y, por lo tanto, habrá más opositores de la decisión elegida por sufragio libre del pueblo. Rousseau es de mi misma opinión al escribir en su obra: "Hay en todo cuerpo político un maximum de fuerza del cual no debería pasarse y del que a menudo se aleja a fuerza de extenderse. Mientras más se dilata el lazo social, más se debilita, siendo en general y proporcionalmente más fuerte un pequeño Estado que uno grande".


Parece increíble que un sistema político como el democrático que, en apariencia,
es una de las mejores formas de gobierno por establecerse en la justicia y basarse en los principios más importantes para la condición humana, tenga tantos fallos hasta el punto de llegar a convertirse en dañino para la sociedad. Pero aunque sea poco creíble pensar que la democracia flaquea en otros aspectos, todavía queda uno al que no debemos darle su importancia por el orden ya que, a pesar de explicarlo a esta altura del trabajo, es el más importante y, por lo tanto, el más polémico que trata sobre si la mayoría siempre tiene razón por el mero hecho de ser mayoría, al menos los que votan.
Según e filósofo Marx en su libro "El Manifiesto Comunista", el proletariado, que constituye la mayoría, es el que tiene en su poder la razón. Rousseau, por otra parte, discrepa aludiendo que: "el pueblo siempre quiere el bien pero no siempre lo ve. La voluntad general es siempre recta, pero el juicio que la dirige no es siempre esclarecido. [...] Los particulares conocen el bien que rechazan, el público quiere el bien que no ve". Algo con lo que Tocqueville está de acuerdo.
La estadística da la razón a Marx, pero ésta no es siempre correcta por lo que se produce el siguiente problema: ¿qué ocurre cuando la minoría es la que más se acerca a la verdad y, por consiguiente, al Bien? Esta pregunta es demasiado abstracta por no saber cual es la opinión que nos lleva al deseado Bien o, dicho de otra manera, cada individuo piensa que su opinión es la acertada y que nos llevará por el buen camino, ¿cuál es la cierta? Así, se obedece a la mayoría por no conocer a ciencia cierta el camino a la verdad.

No existen cuestiones que no deban ser decididas por sufragio libre del pueblo, pero cuanto más importante para la sociedad sea dicha cuestión, menos diferencia de votos debe de haber entre la minoría y la mayoría. Ya lo dijo Rousseau: "Cuanto más importantes y graves sean las deliberaciones, más unánimes debe ser la opinión que prevalece".

En conclusión, la democracia puede llegar en ocasiones a ser tiránica, mas es uno de los mejores sistemas políticos existentes por asegurar la igualdad, aunque no la libertad, sin embargo hay pocos sistemas -si es que hay alguno- que garantice ésta última. Y aunque la minoría esté desprotegida y deba sacrificarse, la mayoría es todo lo contrario y, por el hecho de constituirla más individuos, creo que es más favorable ya que no existe un sistema que garantice igualdad y libertad en la misma medida por ser el hombre malo por naturaleza. Tocqueville dijo: "En los tiempos democráticos, [...] los verdaderos amigos de la libertad deben estar dispuestos a impedir que el poder social sacrifique los menores derechos particulares de algunos individuos a la ejecución general de sus designios".

CRISIS NUCLEAR IRANÍ


Junio 2004


Desde hace año y medio, Irán es protagonista en los medios de comunicación debido a su afán por conseguir energía nuclear. En el año 2006, la Organización Internacional de la Energía Atómica denunció la apertura clandestina de tres instalaciones nucleares en territorio iraní. De poco sirvieron las declaraciones de Teherán, capital de Irán, reclamando el derecho a producir su propia energía como miembro de esta organización. La OIEA es una institución muy respetada que marca las directrices de uno de los mercados más lucrativos hoy en día, la tecnología nuclear. Su prestigio radica en el Tratado de No Proliferación (TNP). Formado por 188 países, el TNP se creó para fomentar un uso pacífico de una energía imprescindible para el desarrollo de toda nación.

Tras el horror de las bombas atómicas lanzadas contra la población civil, el TNP nació como responsable de la paz nuclear, prohibiendo la producción de este tipo de armamento. Pero no a todos los países. Aquéllos que hubieran realizado una explosión antes del primer día del año 1967 constituirían la excepción que confirmase la regla. Les concedía así el estatus de potencias nucleares de derecho. ¿Por qué precisamente ese día? Poca cabida tuvo la arbitrariedad, pues esa fecha cerraba el círculo de los estados que, más tarde, serían los garantes del derecho internacional proclamado por la ONU: Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Francia y China.

Como proclamó el director de la OIEA, Mohamed el Baradei, “la idea de un estado nuclear legítimo o ilegítimo no existe. El hecho de que el tratado (de No Proliferación) reconociera a cincos países como poseedores de armamento nuclear se consideró transitorio, el tratado de ningún modo confiere un estatus permanente de poseedores de armamento nuclear a estos Estados”. Pero se le olvidó añadir que ese periodo “transitorio” dura ya demasiado tiempo. Y, en estos cuarenta años, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad han ido enriqueciéndose con este lucrativo mercado del que gozan del monopolio absoluto.

Paradójicamente, la creación de este grupo de élite nuclear supone el primer obstáculo para llegar al desarme cero, idea primigenia de la OIEA. Lejos de este objetivo, los cinco estados han aumentado cuantitativa y cualitativamente sus arsenales nucleares sabiéndose los principales proveedores de esta tecnología.


Ingresar en la OIEA, mal negocio

Pero el descrédito de la OIEA va más lejos al permitir la existencia de potencias nucleares que, sin embargo, permanecen al margen de la organización y de sus mecanismos de control. Israel, India, Pakistán, países poseedores de armamento atómico, gozan del privilegio de la no injerencia en el ámbito nuclear debido a su exclusión de la OIEA. Y no sólo eso, India y Estados Unidos acaban de firmar acuerdos de suministro de material atómico, un acto que viola el Tratado de No Proliferación, que prohíbe la transferencia de dicha tecnología a potencias que se mantienen fuera de los tratados.

Cabe preguntarse por qué Irán está en el ojo del huracán, aun siendo miembro de la OIEA y país firmante del TNP, mientras unas potencias violan sus preceptos impunemente y otras se sitúan al margen de las inspecciones internacionales. La principal acusación contra la potencia de Oriente Medio radica en la Cláusula Adicional del TNP, un requisito introducido con posterioridad y que, por lo tanto, no es de obligado cumplimiento. Aunque el gobierno de Teherán se ha comportado como si lo hubiera firmado, la realidad es que no lo ha ratificado, motivando que no le faciliten tecnología nuclear. Por esta razón, Irán ha acudido al mercado negro.


Irán, una presa apetecible

Curiosamente, la primera potencia que animó a Irán en sus planes nucleares fue Estados Unidos, comprometiéndose a transferirle tecnología en épocas del Sha, en la década de los cincuenta. En el año 1977, un informe del Instituto de Investigación Standford, propuso el uso de plantas nucleares en Irán como principal vía energética del país. Pero estos planes se vinieron abajo tras la Revolución de Jomeini, que rompería las buenas relaciones mantenidas hasta entonces con Washington.

Desde entonces, la primera potencia ha aumentado la belicosidad hacia el país árabe de varias formas, primero introduciéndolo en la lista del Eje del Mal, ahora acusándole de fabricar la bomba atómica. Omite que si Teherán quisiera obtenerla, deberían esperar ocho años, como mínimo, para poder hacerse con ella. Y aún cuando lo hiciera, su arma sería demasiado rudimentaria. La bomba iraní pertenecería a la primera generación, similar a la explotada en Nagasaki, mientras que la India o China se incluyen en la cuarta generación y EE.UU. y Rusia en la sexta.

La realidad de estas acusaciones responde más a un intento por evitar que Israel pierda su posición hegemónica como país nuclear en Oriente. Y cuenta con el respaldo de Inglaterra, Rusia, Francia y China que, como Estados Unidos, no están dispuestas a perder a un cliente tan lucrativo en el campo nuclear. El temor a un Irán armado nuclearmente esconde el peligro que supone un gobierno dirigido por Ayatolás en un momento en que parece estamos viviendo una cruzada cristiano-musulmana, en la que el mundo occidental relaciona el islamismo con integrismo y terrorismo. Un gobierno que puede equilibrar la balanza en Oriente Medio y Próximo. Y no sólo eso. Un gobierno que controla cantidades ingentes de petróleo, lo que le convierte en una presa muy apetecible. Tanto como lo fue su vecina Iraq.

miércoles, 22 de abril de 2009

Zoo-ilógicos

Mayo de 2004


El Zoo Aquarium de Madrid acogió durante el mes de mayo la exposición “Biodiversidad en la materia escultórica”. Esta exhibición está compuesta por unos animales muy especiales. No se mueven. No comen. No huelen. En resumen, no sufren. El motivo es que no están formados de carne y hueso sino de papel y arcilla.

El trabajo de estos veintisiete artistas muestra la posibilidad de conocer diferentes especies animales sin necesidad de mantenerlas en cautividad. Irónicamente, a través de esta exposición, el propio Zoo ha iniciado la polémica sobre el derecho del hombre a privar de libertad a otros seres vivos con la excusa de salvarlos. Pero cabe preguntarse, ¿salvarlos de qué?, ¿de ellos mismos? La respuesta es simple, el ser humano encierra a los animales para “protegerlos” del hombre. Esta es la conclusión que se desglosa de los centros zoológicos, que con el fin de salvar a los animales de la caza y la destrucción de su hábitat, decide torturarlos a través de otros mecanismos más sutiles.

Se erigen como centros preocupados por las especies animales que contribuyen a su conservación, promueven la investigación científica y poseen programas de reproducción en cautiverio para aumentar el número de individuos. Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que estos argumentos carecen de bases sólidas.

Respecto a su labor conservacionista, es preciso señalar que de las 3.000 especies exhibidas en todo el mundo, apenas un centenar está amenazada de extinción. Por otro lado, el número de animales que se requiere para obtener un pool de genes viable es muy alto e inexacto. Si éste fuera muy pequeño, podría terminar en una gran susceptibilidad a enfermedades y mutilaciones, originando especies tan débiles que nunca podrían ser liberadas.

Otra excusa con la que se justifica su actividad lucrativa es la restauración de hábitats. Lo cual sólo será viable cuando desaparezca la demanda de estos animales. Las especies amenazadas por la contaminación, sin embargo, no podrán ser liberadas hasta que acabe el uso de las sustancias nocivas y transcurra el tiempo necesario para que la tierra se regenere, que suele tardar décadas o siglos.

La solución a este problema pasaría por utilizar los recursos financieros y estudios biológicos realizados en los zoológicos como instrumentos para conservar dicho hábitat. De esta forma, no habría que preocuparse por ninguna restauración ni la obligada reintroducción de los animales. Mas el problema es simple, no originaría dinero a los dueños de estos parques.

Respecto al éxito de dicha reinserción, éste es prácticamente nulo. Al haber aprendido conductas contrarias a sus instintos y a su prolongado contacto con el hombre, los animales olvidan cómo volar, cazar, construir nidos, educar a sus crías,... Por lo que se convierten en seres incapaces de sobrevivir por sí mismos, dependientes eternos del ser humano.


5500 años de torturas

El gusto por coleccionar animales en cautiverio ha sido una tradición desde tiempos inmemorables. El primer parque se estableció en el año 2300 a.C, en la ciudad de Sumeria. Un milenio después, la civilización se extendió a Oriente y Asia, donde se acentuó esta práctica hasta el punto de que faraones y gobernantes asirios intercambiaban animales exóticos.

Por aquel entonces, el único fin objeto de esta afición era entretener a los visitantes. No obstante, al término de la Segunda Guerra Mundial, el papel de los zoológicos cobró un nuevo sentido. Pasaron de ser meros centros de exhibición a considerárseles como instituciones culturales, lo que les permitirá desarrollarse hasta la actualidad.

Pero la labor educativa que se le concede a estas organizaciones es ficticia. Una manera de ganarse la simpatía de un público ocioso y reducir las críticas contra ellos. Pues lo único que enseñan son criaturas enfermas, debido a que el animal exhibido no es el mismo que el que disfrutaba de la libertad. Para poder conocer al mundo animal es preciso verlo en su hábitat natural, ya que un zoológico distorsiona significativamente su comportamiento.

¿Quién ha visto alguna vez a un delfín en libertad saltando a través de aros? ¿Es natural que las orcas se introduzcan hombres en su boca para trasladarlos? Nada puede aprenderse de estos espectáculos artificiales. Así no se conocen su costumbres, sino que se muestra a un ser vivo atormentado, obligado a ser un juguete.

Tampoco los animales que no son domados se comportan de forma natural. El confinarlos en celdas, privados del espacio que necesitan, aislados o con un miembro más (en el mejor de los casos) estando acostumbrados a vivir en manadas, el trastorno psicológico que implica cambiar su hábitat y modo de vida, afecta a su salud tanto física como psicológica. Lo que se traduce en trastornos severos de irritabilidad, agresividad, depresión, neurosis, conductas compulsivas y autolesivas, hipersexualidad y dolencias psicosomáticas, entre otras.

Así, lo que se muestra al público es un animal deprimido, aburrido, solo y estresado. Cuyos comportamientos instintivos, como la caza o el apareamiento, han quedado totalmente eliminados por regímenes de alimentación y programas de fertilización artificial.


Autodestrucción

Un estudio mundial, realizado por la Fundación Born Free, reveló un comportamiento autodestructivo en los animales en cautividad denominado “zoochosis”. Debido a la ausencia de privacidad y escasa estimulación mental o física, éstos tienden a lesionarse. Los elefantes emplean el 22% del tiempo en conductas anormales, como sacudir la cabeza repetidamente o morder los barrotes de su jaula. Los osos pasan el 30% caminando de un lado a otro de su celda, lo que es señal inequívoca de estrés. El gerente de un zoológico español ratificó esta enfermedad en el caso de los chimpancés, los cuales mordían sus propios cuerpos: “Sus manos estaban irreconocibles por todas las cicatrices en sus tejidos”.

¿Es esto educación? Alrededor de 620 millones de personas visitan anualmente los zoos. De ellos, una gran mayoría son niños. Y la peligrosa enseñanza que emana de estos parques es que el torturar a un ser vivo es correcto. Al mostrarles espectáculos circenses que atentan contra la dignidad del animal les maleducan. Ni siquiera los folletos podrían calificarse de constructivos, ya que se limitan a informar de la zona geográfica de origen y su dieta.


Vacío legal

Con motivo de la ausencia de leyes que regulen el mantenimiento de animales en cautividad, la Directiva Europea aprobó una nueva normativa dirigida a los centros zoológicos. No obstante, a pesar de que ya han transcurrido dos años, esta legislación continúa sin aplicarse en la mayoría de los países miembros. Entre ellos España, que tampoco cumple los objetivos en educación ambiental, investigación y conservación ambiental. Una actitud que la llevará ante el Tribunal de Justicia de Luxemburgo si el Ministerio de Medio Ambiente no presenta pronto el borrador y aplica la leyes europeas.


Según la organización WWW/Adena, los zoológicos españoles viven anclados en el pasado. Respecto a la conservación de los animales y preservar su bienestar, suspenden el 56% de los centros analizados, siendo los más irregulares el Aquarium Terrarium de Madrid, el Zoo de Vigo y el de Córdoba. El resto tampoco son mucho mejores. De hecho, de los veintisiete parques existentes en España, tan sólo tres cuentan con las condiciones mínimas para proporcionar al animal un entorno soportable.

Especial atención merece el Zoo de Madrid, considerado uno de los tres mejores de la nación a pesar de no cumplir con determinadas condiciones de la legislación europea. Entre otras medidas, que todos los animales cuenten con extensos espacios. Es el caso del leopardo. Tampoco todas las jaulas tienen zonas para esconderse o retirarse del público. Y ni siquiera éstas se asemejan al medio natural de las especies.


Tortura a buen precio

En pleno siglo XXI, el ser humano continúa manteniendo un comportamiento retrógrado en su trato hacia el mundo animal. Son ya muchas las denuncias contra zoológicos que consiguen sus ejemplares a través del tráfico ilegal de especies. Y cuando éstos dejan de atraer visitantes, con frecuencia son muertos o vendidos a parques de caza, donde los cazadores pagan por el privilegio de matarlos ellos mismos. Otros no tienen mejor suerte y son utilizados para experimentos de laboratorio.


Desde una perspectiva ética o legal, no existen argumentos a favor de los parques zoológicos. Y cabría preguntarse ¿qué puede justificar la existencia y tortura de animales en cautividad hoy en día?, ¿qué ventajas aportamos a la conservación de la biodiversidad manteniendo a animales privados de libertad?, ¿es lícito encerrarlos hasta su muerte para que el hombre pueda distraerse con ellos? Es preferible calidad de vida antes que cantidad de vida. ¿Qué sentido tiene vivir torturado?


Actualmente existen muchas fuentes alternativas para conocer el mundo animal. Documentales, canales y revistas especializadas que proporcionan información acertada sobre las diferentes especies en sus hábitats naturales. Es preciso terminar con el eufemismo de “instituciones culturales”, como se autodenominan pomposamente, para nombrarlos con un término que les haga justicia, zoo-ilógicos. Ya que lo único que muestran es la explotación y tortura de otros seres vivos por el beneficio lucrativo que ello conlleva. Obedeciendo al afán del hombre de dominación y posesión de lo que le rodea, en un intento por superar el miedo que le produce su propia debilidad, los zoológicos no son parte de la solución, sino del problema.