miércoles, 22 de abril de 2009

Zoo-ilógicos

Mayo de 2004


El Zoo Aquarium de Madrid acogió durante el mes de mayo la exposición “Biodiversidad en la materia escultórica”. Esta exhibición está compuesta por unos animales muy especiales. No se mueven. No comen. No huelen. En resumen, no sufren. El motivo es que no están formados de carne y hueso sino de papel y arcilla.

El trabajo de estos veintisiete artistas muestra la posibilidad de conocer diferentes especies animales sin necesidad de mantenerlas en cautividad. Irónicamente, a través de esta exposición, el propio Zoo ha iniciado la polémica sobre el derecho del hombre a privar de libertad a otros seres vivos con la excusa de salvarlos. Pero cabe preguntarse, ¿salvarlos de qué?, ¿de ellos mismos? La respuesta es simple, el ser humano encierra a los animales para “protegerlos” del hombre. Esta es la conclusión que se desglosa de los centros zoológicos, que con el fin de salvar a los animales de la caza y la destrucción de su hábitat, decide torturarlos a través de otros mecanismos más sutiles.

Se erigen como centros preocupados por las especies animales que contribuyen a su conservación, promueven la investigación científica y poseen programas de reproducción en cautiverio para aumentar el número de individuos. Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que estos argumentos carecen de bases sólidas.

Respecto a su labor conservacionista, es preciso señalar que de las 3.000 especies exhibidas en todo el mundo, apenas un centenar está amenazada de extinción. Por otro lado, el número de animales que se requiere para obtener un pool de genes viable es muy alto e inexacto. Si éste fuera muy pequeño, podría terminar en una gran susceptibilidad a enfermedades y mutilaciones, originando especies tan débiles que nunca podrían ser liberadas.

Otra excusa con la que se justifica su actividad lucrativa es la restauración de hábitats. Lo cual sólo será viable cuando desaparezca la demanda de estos animales. Las especies amenazadas por la contaminación, sin embargo, no podrán ser liberadas hasta que acabe el uso de las sustancias nocivas y transcurra el tiempo necesario para que la tierra se regenere, que suele tardar décadas o siglos.

La solución a este problema pasaría por utilizar los recursos financieros y estudios biológicos realizados en los zoológicos como instrumentos para conservar dicho hábitat. De esta forma, no habría que preocuparse por ninguna restauración ni la obligada reintroducción de los animales. Mas el problema es simple, no originaría dinero a los dueños de estos parques.

Respecto al éxito de dicha reinserción, éste es prácticamente nulo. Al haber aprendido conductas contrarias a sus instintos y a su prolongado contacto con el hombre, los animales olvidan cómo volar, cazar, construir nidos, educar a sus crías,... Por lo que se convierten en seres incapaces de sobrevivir por sí mismos, dependientes eternos del ser humano.


5500 años de torturas

El gusto por coleccionar animales en cautiverio ha sido una tradición desde tiempos inmemorables. El primer parque se estableció en el año 2300 a.C, en la ciudad de Sumeria. Un milenio después, la civilización se extendió a Oriente y Asia, donde se acentuó esta práctica hasta el punto de que faraones y gobernantes asirios intercambiaban animales exóticos.

Por aquel entonces, el único fin objeto de esta afición era entretener a los visitantes. No obstante, al término de la Segunda Guerra Mundial, el papel de los zoológicos cobró un nuevo sentido. Pasaron de ser meros centros de exhibición a considerárseles como instituciones culturales, lo que les permitirá desarrollarse hasta la actualidad.

Pero la labor educativa que se le concede a estas organizaciones es ficticia. Una manera de ganarse la simpatía de un público ocioso y reducir las críticas contra ellos. Pues lo único que enseñan son criaturas enfermas, debido a que el animal exhibido no es el mismo que el que disfrutaba de la libertad. Para poder conocer al mundo animal es preciso verlo en su hábitat natural, ya que un zoológico distorsiona significativamente su comportamiento.

¿Quién ha visto alguna vez a un delfín en libertad saltando a través de aros? ¿Es natural que las orcas se introduzcan hombres en su boca para trasladarlos? Nada puede aprenderse de estos espectáculos artificiales. Así no se conocen su costumbres, sino que se muestra a un ser vivo atormentado, obligado a ser un juguete.

Tampoco los animales que no son domados se comportan de forma natural. El confinarlos en celdas, privados del espacio que necesitan, aislados o con un miembro más (en el mejor de los casos) estando acostumbrados a vivir en manadas, el trastorno psicológico que implica cambiar su hábitat y modo de vida, afecta a su salud tanto física como psicológica. Lo que se traduce en trastornos severos de irritabilidad, agresividad, depresión, neurosis, conductas compulsivas y autolesivas, hipersexualidad y dolencias psicosomáticas, entre otras.

Así, lo que se muestra al público es un animal deprimido, aburrido, solo y estresado. Cuyos comportamientos instintivos, como la caza o el apareamiento, han quedado totalmente eliminados por regímenes de alimentación y programas de fertilización artificial.


Autodestrucción

Un estudio mundial, realizado por la Fundación Born Free, reveló un comportamiento autodestructivo en los animales en cautividad denominado “zoochosis”. Debido a la ausencia de privacidad y escasa estimulación mental o física, éstos tienden a lesionarse. Los elefantes emplean el 22% del tiempo en conductas anormales, como sacudir la cabeza repetidamente o morder los barrotes de su jaula. Los osos pasan el 30% caminando de un lado a otro de su celda, lo que es señal inequívoca de estrés. El gerente de un zoológico español ratificó esta enfermedad en el caso de los chimpancés, los cuales mordían sus propios cuerpos: “Sus manos estaban irreconocibles por todas las cicatrices en sus tejidos”.

¿Es esto educación? Alrededor de 620 millones de personas visitan anualmente los zoos. De ellos, una gran mayoría son niños. Y la peligrosa enseñanza que emana de estos parques es que el torturar a un ser vivo es correcto. Al mostrarles espectáculos circenses que atentan contra la dignidad del animal les maleducan. Ni siquiera los folletos podrían calificarse de constructivos, ya que se limitan a informar de la zona geográfica de origen y su dieta.


Vacío legal

Con motivo de la ausencia de leyes que regulen el mantenimiento de animales en cautividad, la Directiva Europea aprobó una nueva normativa dirigida a los centros zoológicos. No obstante, a pesar de que ya han transcurrido dos años, esta legislación continúa sin aplicarse en la mayoría de los países miembros. Entre ellos España, que tampoco cumple los objetivos en educación ambiental, investigación y conservación ambiental. Una actitud que la llevará ante el Tribunal de Justicia de Luxemburgo si el Ministerio de Medio Ambiente no presenta pronto el borrador y aplica la leyes europeas.


Según la organización WWW/Adena, los zoológicos españoles viven anclados en el pasado. Respecto a la conservación de los animales y preservar su bienestar, suspenden el 56% de los centros analizados, siendo los más irregulares el Aquarium Terrarium de Madrid, el Zoo de Vigo y el de Córdoba. El resto tampoco son mucho mejores. De hecho, de los veintisiete parques existentes en España, tan sólo tres cuentan con las condiciones mínimas para proporcionar al animal un entorno soportable.

Especial atención merece el Zoo de Madrid, considerado uno de los tres mejores de la nación a pesar de no cumplir con determinadas condiciones de la legislación europea. Entre otras medidas, que todos los animales cuenten con extensos espacios. Es el caso del leopardo. Tampoco todas las jaulas tienen zonas para esconderse o retirarse del público. Y ni siquiera éstas se asemejan al medio natural de las especies.


Tortura a buen precio

En pleno siglo XXI, el ser humano continúa manteniendo un comportamiento retrógrado en su trato hacia el mundo animal. Son ya muchas las denuncias contra zoológicos que consiguen sus ejemplares a través del tráfico ilegal de especies. Y cuando éstos dejan de atraer visitantes, con frecuencia son muertos o vendidos a parques de caza, donde los cazadores pagan por el privilegio de matarlos ellos mismos. Otros no tienen mejor suerte y son utilizados para experimentos de laboratorio.


Desde una perspectiva ética o legal, no existen argumentos a favor de los parques zoológicos. Y cabría preguntarse ¿qué puede justificar la existencia y tortura de animales en cautividad hoy en día?, ¿qué ventajas aportamos a la conservación de la biodiversidad manteniendo a animales privados de libertad?, ¿es lícito encerrarlos hasta su muerte para que el hombre pueda distraerse con ellos? Es preferible calidad de vida antes que cantidad de vida. ¿Qué sentido tiene vivir torturado?


Actualmente existen muchas fuentes alternativas para conocer el mundo animal. Documentales, canales y revistas especializadas que proporcionan información acertada sobre las diferentes especies en sus hábitats naturales. Es preciso terminar con el eufemismo de “instituciones culturales”, como se autodenominan pomposamente, para nombrarlos con un término que les haga justicia, zoo-ilógicos. Ya que lo único que muestran es la explotación y tortura de otros seres vivos por el beneficio lucrativo que ello conlleva. Obedeciendo al afán del hombre de dominación y posesión de lo que le rodea, en un intento por superar el miedo que le produce su propia debilidad, los zoológicos no son parte de la solución, sino del problema.

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